viernes, 17 de octubre de 2008

LA EVALUACION EN LA ESCUELA


PROPOSITO: ANALIZAR Y REFLEXIONAR SOBRE EL CONCEPTO DE EVALUACION EN LA ESCUELA.

DIRIGIDO A: MAESTROS Y DIRECTIVOS.

JUSTIFICACION: CON FRECUENCIA EL CONCEPTO DE “EVALUACION” HA SIDO CAUSA DE INTENSOS DEBATES QUE PROVOCAN GENERALMENTE DESACUERDOS. ¿QUÉ ES EVALUAR? ¿CÓMO SE EVALÚA?

Para quienes ejercemos la docencia, evaluar a nuestros estudiantes no nos genera mayor preocupación que la de diseñar los instrumentos que consideramos más adecuados. Por lo general, nada que nos quite el sueño.

Pero eso es muy distinto de cuando recibimos la noticia de que nosotros, nuestro trabajo, la escuela en que laboramos o el sistema educativo en el que participamos será evaluado. La primera reacción suele ser de enojo, e incluso de reto: "¿qué me van a evaluar, si ni siquiera conocen la naturaleza de mi trabajo?", "No creo que puedan evaluarnos porque nuestro caso es muy especial y diferente" y "¿por qué no comienzan a evaluarse ellos mismos?"

Inevitablemente, y usando la palabra EVALUACION de manera equivocada, para la enorme mayoría de quienes participan en la educación (alumnos, maestros, padres de familia, personal administrativo y funcionarios), EVALUAR solo es calificación o acreditación. Más grave aún es cuando se asocia con procesos verticales donde existen una autoridad que califica y un subalterno que es calificado (o descalificado, según el caso).

Parece increible, pero el término "EVALUAR" -que quede claro que hablamos del término y no de la actividad misma- se encuentra tan menospreciado como sobreestimado, según el lugar que se ocupa en la "cadena alimenticia". Término altamente apreciado entre los que comen, e igualmente aborrecido por quienes eventualmente sienten que serán comidos.

Desafortunadamente el vocablo "EVALUACION" ha sido utilizado con demasiada ligereza, cuando lo que tradicionalmente se ha hecho, es calificar-descalificar, aprobar-reprobar y acreditar-desacreditar. El término, no es ni bueno ni malo en sí mismo.

En estos tiempos en que todos somos evaluados; donde la valoración, comprensión, identificación y conocimiento de los procesos educativos, se toma como algo indispensable para ajustar, rediseñar y mejorar razonablemente; es importante emprender el rescate (o acaso incorporar por vez primera) el real significado de "EVALUAR".

La tarea pendiente no es fácil, toda vez que requiere un cambio de mentalidad en quien es evaluado; pero también en quien evalúa. "Evaluación" no debe significar más la medición al final del proceso.


De hecho, si hubiésemos evaluado cabalmente durante el desarrollo de la actividad, al concluir tan sólo confirmaríamos los resultados que nos hubiéramos propuesto. Tajante, sí, porque evaluación tiene que ver con diagnósticos, seguimiento, ajustes, rectificación de los caminos, verificación de resultados, rendición de cuentas y cimiento para nuevos procesos.

Más aún: tendríamos que desdibujar la frontera artificialmente establecida entre evaluador y evaluado. Los dos extremos forman parte del mismo sistema; claro está, de que cada uno de ellos tiene una responsabilidad que cumplir dentro del conjunto, por tal razón, sería no sólo conveniente, sino indispensable hablar de binomios tales como: evaluador-evaluado y evaluado-evaluador.

La evaluación, en su connotación más amplia e incluyente, puede proporcionar los indicios y lineamientos para hacer mejor las cosas con lo que tenemos; o dicho con más ambición, la forma de tener lo que requerimos para hacer mejor lo que hacemos. La primera condición, desde luego, es dejar de usar la evaluación como el petate del muerto:

"A todos espanta menos al que lo exhibe"